Lady Gaga no se hizo poderosa porque gritara más fuerte.
Se hizo poderosa cuando dejó de pelear con su vergüenza y se liberó. Y eso, es más importante que cualquier técnica, cualquier mantra o cualquier «lánzate sin miedo».
Porque la vergüenza no se va con fuerza de voluntad.
Se transforma cuando nos permitimos sentirla.
Cuando dejamos de huir y paramos para mirar lo que hay detrás de lo que sentimos.
Cuando alguien te acompaña a atravesarla.
Y cuando eso pasa, algo cambia. La vergüenza pierde peso. Y tu voz se abre a más libertad.
La vergüenza no es debilidad. Es una señal de algo que dolió y no se pudo decir, sentir o mostrar en su momento.
Lady Gaga fue víctima de una violación a los 19. Durante años cargó con vergüenza. Sino por todo lo que le tocó vivir y cargar en silencio.
Porque la vergüenza casi nunca nace de algo que hiciste. Nace de lo que te hicieron.
De cuando se burlaron. De la humillación. De las veces que nos hicieron callar. De la indiferencia.
Y también habló de algo que tantas veces se calla: el miedo a enloquecer.
Contó que sufrió una psicosis, que su mente se apagaba y que llegó a perder contacto con la realidad.
Vergüenza por su cuerpo, por no encajar. Por ser como era. Por sentir demasiado. Por no poder controlarlo.
Como cuando elegimos ropa que «no llame la atención», sobre todo las mujeres.
Como cuando fingimos que todo está bien, solo para que no piensen que no somos capaces.
Como cuando decimos «estoy bien» para que nadie note que no puedes más.
La vergüenza no viene solo de un momento.
Se forma capa a capa, hasta que acabas creyendo que es parte de tu forma de ser, aunque no lo sea.
Lady Gaga lo dijo claro: la vergüenza no se va con consejos.
Ni con explicaciones bonitas.
Cuando no puedes decir lo que te pasa,
el cuerpo lo dice por ti.
Se quedó en ella como insomnio.
Como ansiedad.
Como sensaciones físicas difíciles de nombrar.
Y no se fue… hasta que vio lo que esa vergüenza escondía.
Eso también sucede cuando uno se calla por no incomodar. Cuando se guarda lo que en realidad necesitaba decirse.
El cuerpo lo nota. La voz se va apagando porque ya no tiene espacio.
Gaga no sanó por tener más recursos o acceso a técnicas para hablar mejor, controlar la voz o moverse con seguridad en un escenario.
Sanó cuando dejó de fingir que todo iba bien, y empezó a hablar, no como artista, sino como persona que ya no podía sostener las máscaras.
Contó su historia sin endulzarla. Y al hacerlo, empezó a sentir poder en su voz.
Ahí encontró una fuerza nueva: la que nace cuando decidimos tomar las riendas de lo que nos pasa. Cuando nos animamos a nombrar lo que duele.
No hace falta decirlo al mundo entero.
Pero sí es importante decir eso que es importante y que siempre postergamos, en una relación, en el trabajo o en ese diálogo interno donde ya ni te escuchas.
Muchas veces, sonreímos para no preocupar, aunque por dentro sentimos tristeza.
Otras fingimos que no necesitamos nada, cuando en realidad quieres un abrazo o alguien que escuche de verdad.
La voz no necesita ser perfecta. Solo necesita le demos espacio y la usemos para expresar lo que duele.
No se trata de contarlo todo. Solo de dejar de esconder lo que es importante.
🌬️ Si algo de esto te toca… sabes que no se arregla solo. Y que seguir postergándolo tiene un precio.
Por esto existe el Círculo de Voces Auténticas.
Un espacio mensual para liberar los bloqueos de tu voz, desde el cuerpo, desde la historia, desde lo que de verdad duele… y transforma.
Si no sabes por dónde empezar y prefieres ir con calma, este es tu lugar.
Tu historia no necesita un escenario o técnicas de oratoria. Solo un lugar donde por fin puedas conectar, expresar y liberar lo que está bloqueando tu voz sin miedo.
Con cariño,
M. Eugenia
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